El profesor Veiga, autor del excelente libro El desequilibrio como orden, ha tenido a bien comentar en su blog el amago de reseña que hice hace varias semanas y, de paso, atizarme dialécticamente, algo que agradezco porque es un privilegio que los errores de uno sean respondidos y corregidos por un intelectual de este nivel.
Sin embargo me gustaría aclarar los siguientes puntos:
1. El posteo que escribí no tenía vocación de reseña, ni mucho menos. Obviamente me centro en lo que más me ha interesado de la obra y dejo de lado otros asuntos que, aunque muy importantes también, no me da tiempo a comentar o, simplemente, no me apetece. Un blog no es una revista literaria y cada autor lo enfoca como buenamente puede, sabe o quiere. Además, si me dejo llevar por la falacia del «tu quoque» Veiga también olvida algunos puntos de mi escrito.
2. Respecto a la alusión que hice a la connotación científica de su título («equilibrio dinámico» decía yo) no deja de ser más que una impresión, una sensación, una asociación de ideas; jamás se me pasó por la cabeza que pudiera ser una alusión a un título pedantesco.
3. Respecto a que no le guste que me preocupara por su orientación ideológica le diré que quizá sea una curiosidad malsana, pero cuando se lee a historiadores y filósofos es perentorio saber desde donde escriben, al menos para el lector no experto en deconstrucciones como es mi caso. Es fundamental, en mi modesta opinión, conocer el contexto de descubrimiento. Yo sí quiero ver las etiquetas para estar avisado de posibles adoctrinamientos.
4. Respecto a mi afirmación de que su libro no es un ensayo (desde mi punto de vista la ausencia de compromiso claro (con la derecha o con la izquierda) lo acercan más bien a un híbrido entre la novela histórica (por su fluidez y, diría, intriga) y el periodismo de corresponsal de guerra: el autor no escribe desde las trincheras pero sus ojos enfocan en el punto de implosión como si lo estuviera viendo en directo) el profesor Veiga tiene razón. No fui al diccionario a ver exactamente qué es un ensayo, me dejé llevar por una interpretación propia aprehendida tras leer unos cuantos de ellos. Sin embargo me acabo de acercar al DRAE para comprobar que su definición indica que es un «escrito en el cual un autor desarrolla sus ideas sin necesidad de mostrar el aparato erudito», la cual tampoco es demasiado clarificadora. Su alusión a Montaigne está muy bien traída.
5. Respecto a mi vaticinio (según él gratuito) sobre el ataque de Israel a Irán dentro de unas semanas, no hay más que leer los periódicos, las revistas de política internacional y, sobre todo, escuchar a algunos que saben mucho para hacerse una idea aproximada de lo que puede suceder. No sé por qué se asombra el autor, yo pedía disculpas por jugar a futurólogo en un ámbito en el que ni siquiera los mandos militares saben lo que harán. Sólo pretendía hacer alusión a la dificultad de escribir un libro de historia contemporánea que, por definición, aún no está cerrada por un episodio concreto.
7. Aunque al principio me llama Rafael Robles y enlaza mi blog, luego me rebautiza como «Rafael Torres» (el subconsciente trabaja con vocales) para posteriormente transformarme en un «Fernando Robles» gracias a la nueva traición de su subconsciente que me mezcla, curiosamente, con Cardoso. (A buen seguro el profesor Veiga sabrá perdonar esta maldad y detectar la ironía de mis palabras).
8. Sí he leído el libro, no sólo las anteriores reseñas, de hecho lo he dejado bastante subrayado, anotado, manoseado y luce un tanto deteriorado en mi biblioteca. Otra cosa es que no haya sabido transmitir el verdadero valor de esta obra.
9. Habría más puntos que comentar pero el tiempo se me echa encima y esto no es más que un modesto blog. Solo quiero añadir que es un libro de obligada lectura y que agradezco al profesor Veiga la escritura de esta obra que va a dar mucho que hablar (disculpen este nuevo vaticinio).
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