He pasado la noche en la acampada de la Puerta del Sol de Madrid y antes de volver allí en unos minutos para hacer el grito sordo, quería compartir con ustedes algunas anotaciones e impresiones a partir de las fotografías que tomó mi amigo Ramón, profesor de Historia.
A pesar de los numerosos extranjeros pobres reconvertidos en lateros, extranjeros ricos transformados en absurdos e irrespetuosos borrachos de fin de fiesta, e innumerables jóvenes fumando porros y bebiendo cerveza, los que pedían responsabilidad y actuaban en consecuancia eran muchos más. En las grandes concentraciones es inevitables toparse con sociopatas pero esta vez eran los menos. Movimientos éticos como #tomalaplaza tienen que soportar a borrachos que intentan romper sus bonitas y rigurosas asambleas y a emporrados que no atienden a razones porque están idos. Por lo que yo vi son los menos, pero manchan la imagen de este proceso ciudadano donde tiene cabida todo el espectro político.
Se ha montado una pequeña ciudad dentro de la Plaza, perfectamente organizada con calles, casetas para repartir agua, comida, información según distintas comisiones… La inteligencia colectiva crea civilización y civismo. Fue emocionante ver el surgimiento de la ciudad dentro de la ciudad.
La policía apenas estaba presente y su comportamiento fue extraordinario. Yo respeto a las Fuerzas de Seguridad del Estado, su labor es fundamental para proteger incluso a quienes queremos manifestarnos contra el Estado corrupto. La democracia lo permite y eso la hace grande. Calculadamente no intervinieron ante las decenas de lateros que vendían ilegalmente latas de alcohol que algunos «anticapitalistas» contradictoriamente compraban, ni contra el trapicheo de sustancias prohibidas que algunos indeseables se empeñaban en consumir. Repito, no eran más que la excepción, pero los medios de comunicación se servirán de ellos para dar al traste con el movimiento #tomalaplaza.
Gente sana, en su mayoría, intelectualmente por encima de la media. Cuando un grupo de punkis se puso tonto por el alcohol, miembros de la organización les explicaron pacientemente que su actitud podría estropear el esfuerzo de miles de personas comprometidas con las justicia. Se calmaron. Con dificultad, pero se calmaron.
Era repugnante ver cómo numerosos jóvenes compraban cerveza. Por más que se intentaba hacer ver que el alcohol podría ser el origen de disturbios bastantes se empeñaban en seguir bebiendo. ¿No se podían ir a otro sitio? ¡Esto no es un botellón!
He aprendido la palabra «perroflauta». Aunque se usa despectivamente eran muy simpáticos pero creo que poco saben de política.
Lo mejor de todo son las numerosas asambleas que se forman para dotar de contenido a todo el movimiento. Desde esta participación ciudadana, debatiendo durante varios horas las distintas propuestas, surgen las ideas que harán que lleguemos a buen puerto.
Miren sus caras. Personas de sanas costumbres, alegres a pesar de todo, energéticas a pesar de la madrugada. Estos jóvenes son la esperanza.
Este es un movimiento intelectual. Detrás de las protestas hay miles de horas de reflexión filosófica y política. No se trata de una simple pataleta sino de una revuelta perfectamente asentada sobre una base intelectual muy trabajada. Era común encontrar a personas leyendo libros y eso a mí me entusiasma.
El pensamiento incomoda al poder, por eso los Estados incentivan la telebasura y el consumo de drogas. En Sol había porreros y borrachos, sí, algunos de ellos molestos y violentos, pero eran disueltos por una enorme mayoría racional, bondadosa, paciente, comprometida con la justicia y amante de la libertad.
Barrían las calles e informaban a los bebedores de que eso no era un botellón. Amables pero firmes. ¡Viva el movimiento de #acampadasol! ¡Vida #tomalaplaza!
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