
Tras ochenta años de difícil vida por este mundo el taxista que me transporta en su desgastado Paykan recorre las calles de Teherán resignado pero con la dignidad y estoicismo de saberse víctima de una injusticia contra la que nada puede hacer. Nació en un contexto social e histórico que le situó, sin alternativa alguna, en el rol de perdedor; se equivocó de bando para mostrar sus virtudes profesionales, al optar por la legalidad que pocos años después sería ilegalizada. Asume su castigo con entereza, diría que sin rencores; es hombre de fe y piensa que todo es designo de Alá.
[pullquote]Un mulá le acusó de haber recibido una medalla honorífica al valor por parte del rey de Persia[/pullquote]Tras la revolución islámica que derrocó al rey,un mulá le acusó de haber recibido una medalla honorífica al valor por parte del rey de Persia, a quien sirvió como oficial del ejército del aire. Dicha acusación le supuso, en los primeros años de la República Islámica, la expulsión del ejército y la denegación absoluta de su pensión por jubilación. Desde entonces pasó de pilotar aviones a conducir vitaliciamente un maltrecho taxi para llegar a fin de mes.
Con sus ochenta años y un rostro compungido me confesó con voz trémula: «el mulá me pidió perdón por denunciarme y quiso que le comprendiera arguyendo que era su obligación».


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