Cada vez que abro la boca en una tienda de artesanía, de ropa o cualquiera del Gran Bazar me piden más dinero que a cualquier autóctono. Incluso en las gasolineras o en algunos restaurantes me piden más propina. Sé que aquí hay que regatear pero a mí siempre me piden más. Por ejemplo en un puesto de libros de viejo me querían cobrar en tomanes el equivalente a treinta euros por un volumen del Pantagruel de Rabelais así que mandé de incógnito a un amigo iraní a quien se lo dejaron por cuatro. Supongo que lo hacen porque creen que los extranjeros tenemos más dinero o, quizá, no sea más que una pequeña venganza por pertenecer a un país que les somete a terribles bloqueos económicos. Les entiendo. Yo también haría lo mismo. Pero bien pensado no es que me suban el precio sino que a los iraníes se lo bajan porque es tal su crisis económica que si no fuera así el comercio dejaría de existir.
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