La editorial Alianza acaba de reeditar, con muy buen criterio, Emoción, afecto y motivación de Luis Aguado.
Quienes nos dedicamos al noble arte de la enseñanza hemos de conocer con cierta profundidad el funcionamiento de las emociones y de la motivación para que el proceso de enseñanza-aprendizaje sea más efectivo. Es así que la lectura de este libro, más que recomendable, sea imprescindible. Creo que no hay en el mercado una obra sobre este tema tan provechosa y de tan elevado nivel académico.
Está más que demostrado empíricamente que una educación en la que intervienen las emociones perdura más y mejor entre los estudiantes; y, por supuesto, una educación en la que estudiantes y profesorado están motivados se acerca más a la excelencia. Pero es difícil educar desde y con emoción y mucho más compleja es la ardua tarea de motivar, por ello el libro de Aguado es importante. Su lectura detenida y atenta puede ayudar al profesorado a mejorar su labor docente puesto que conocer las bases biológicas y teóricas, así como los experimentos psicológicos sobre las emociones, los afectos y la motivación es el primer paso para poder manejarlas con los estudiantes.
Es un manual denso, al que hay que hincar el diente armado de un bolígrafo, una libreta y con paciencia, pero a sabiendas de que el resultado será muy provechoso. Uno es un mejor docente después de leerlo.
En estos tiempos de inanes gurús educativos que resuelven las carencias de los profesores con vídeos de diez minutos en Youtube en los que diagnostican los males de la enseñanza citando a Paolo Coelho y demás charlatanes de la New Age, se hacen más necesarios que nunca manuales científicos como el de Aguado.
Por ejemplo, está de moda entre el gremio docente el asunto de la inteligencia emocional; incluso la legislación educativa obliga a trabajar con ella en el aula. Sin embargo Aguado problematiza este asunto y critica la falta de suficiente evidencia científica al respecto. Además tilda a Goleman, inventor del término, de periodista en vez de psicólogo (p. 255). No obstante, explica rigurosamente lo que de cierto hay en esta corriente.
Especialmente relevantes son los apartados que Aguado dedica al estrés y a la ansiedad, dos de los grandes males que asolan al sistema educativo y que dificultan enormemente el logro de sus objetivos. Conocerlos en profundidad es primordial para poder vencerlos. El estrés
—ese asesino silencioso— y la ansiedad
—esa paralizante enemiga— hacen de los centros educativos lugares desgraciados en vez de sitios donde encontrar la felicidad que debiera ofrecer el aprendizaje.
En definitiva, un docente que no conozca con profundidad el entramado de la emoción, los afectos y la motivación es como un cardiólogo que desconoce el funcionamiento del flujo sanguíneo. Este libro resuelve tan importante carencia.
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