16. Otros modos de saber: el problema del saber metafísico; las creencias religiosas; la razón poética; el saber común

El problema del saber metafísico

Imagina por un momento que todo lo que puedes ver, tocar y medir no es toda la historia. ¿Y si hay algo más allá? ¿Una realidad más profunda o esencial que la ciencia no puede analizar en un laboratorio? De eso va la metafísica.

La metafísica es la rama de la filosofía que se lanza a la piscina de las preguntas más grandes y locas que te puedas imaginar:

  • ¿Qué significa «existir»? ¿Es real el mundo que vemos o es una especie de simulación a lo Matrix?
  • ¿Tenemos un alma o somos solo un cuerpo y un cerebro?
  • ¿Existe el destino o somos dueños de nuestras decisiones?
  • ¿Hay un Dios o una causa primera que lo empezó todo?

El gran problema: ¿Cómo sabemos si algo de esto es verdad?

Aquí es donde la cosa se complica. En clase de física, si quieres saber si un objeto cae, lo sueltas y lo observas. Tienes pruebas, datos. Pero, ¿cómo demuestras la existencia del alma? No puedes ponerla bajo un microscopio ni medirla.

Ese es el «problema del saber metafísico». Los conceptos de los que habla (Dios, el ser, la libertad, el alma…) no son objetos físicos. No puedes hacer un experimento para comprobar si son verdaderos o falsos.

Por eso, cuando los filósofos hablan de estas cosas, están haciendo afirmaciones que van más allá de lo que podemos saber con total seguridad.

Entonces, ¿la metafísica es conocimiento o son solo «debates absurdos»?

Este es el debate del millón en filosofía. Las opiniones están divididas:

  • Por un lado, están los defensores: Algunos filósofos creen que, aunque no usemos experimentos, podemos usar la lógica y la razón para llegar a conclusiones válidas sobre la realidad. Piensan que la metafísica nos ofrece un tipo de conocimiento profundo sobre el universo y nuestro lugar en él.
  • Por otro lado, están los críticos: Otros filósofos son más escépticos y dicen que, sin pruebas empíricas (o sea, que se puedan comprobar con los sentidos), la metafísica no es más que un montón de especulaciones y opiniones. Para ellos, es un pensamiento abstracto muy interesante, pero sin ninguna base en la realidad.

Al final, la metafísica te invita a cuestionar los límites de nuestro conocimiento. ¿Nos conformamos solo con lo que podemos medir, o nos atrevemos a pensar en lo que podría estar más allá? La respuesta, como casi siempre en filosofía, depende de ti.

Las creencias religiosas

Imagina que las creencias religiosas son como una brújula interna que guía a muchas personas. Se trata de un conjunto de ideas y formas de actuar que giran en torno a la fe en un ser superior, como Dios o una divinidad. Estas creencias no solo hablan de lo divino, sino que también ofrecen respuestas a grandes preguntas como: ¿qué está bien y qué está mal? (moralidad), ¿cómo deberíamos tratarnos los unos a los otros? (ética) y, sobre todo, ¿cuál es el sentido de nuestra vida?

Seguro que en clase de ciencias te han enseñado que para saber si algo es verdad, necesitas pruebas que se puedan ver, tocar y medir. A esto se le llama «evidencia empírica». Por ejemplo, sabemos que el agua hierve a 100 °C porque podemos comprobarlo una y otra vez.

Las creencias religiosas funcionan de una manera diferente. No se basan en experimentos de laboratorio, sino en la fe, que es la confianza y la convicción personal en algo que no se puede demostrar científicamente. También se apoyan en lo que se considera una revelación divina, es decir, lo que los creyentes sienten que Dios o esa divinidad les ha comunicado a través de textos sagrados, profetas o experiencias personales.

Desde la filosofía, que es como el gimnasio de la mente, este tema es súper interesante. Algunos filósofos piensan que las creencias religiosas son una forma de conocimiento totalmente válida, que nos da una perspectiva única sobre quiénes somos y nuestro lugar en el universo.

Piénsalo así: la ciencia puede explicar cómo funciona el Big Bang, pero las religiones intentan responder al porqué ocurrió. En este sentido, el conocimiento religioso no busca competir con la ciencia, sino complementarla, ofreciendo respuestas a preguntas que la ciencia no puede abordar.

Por supuesto, no todo el mundo está de acuerdo. Existe un gran debate sobre si las creencias religiosas son «verdad».

  • Por un lado, hay quienes argumentan que son simplemente invenciones humanas, creadas para darnos consuelo, explicar lo que no entendemos o mantener un orden social.
  • Por otro lado, muchas personas defienden que sus experiencias religiosas son reales y les han proporcionado un conocimiento profundo y verdadero sobre la realidad y el sentido de la vida, algo que no habrían encontrado de otra manera.

Al final, creer o no creer es una decisión muy personal. La validez de estas creencias depende de la perspectiva de cada uno, de sus experiencias y de su propia reflexión. Es un viaje individual en el que cada persona decide qué brújula utilizar para navegar por la vida.

Ortega: Ideas y creencias

Las creencias constituyen la base de nuestra vida, el terreno sobre que acontece. Porque ellas nos ponen delante lo que para nosotros es la realidad misma. Toda nuestra conducta, incluso la intelectual, depende de cuál sea el sistema de nuestras creencias auténticas. En ellas «vivimos, nos movemos y somos». Por lo mismo, no solemos tener conciencia expresa de ellas, no las pensamos, sino que actúan latentes, como implicaciones de cuanto expresamente hacemos o pensamos. Cuando creemos de verdad en una cosa no tenemos la «idea» de esa cosa, sino que simplemente «contamos con ella».

En cambio, las ideas, es decir, los pensamientos que tenemos sobre las cosas, sean originales o recibidos, no poseen en nuestra vida valor de realidad. Actúan en ella precisamente como pensamientos nuestros y sólo como tales. Esto significa que toda nuestra «vida intelectual» es secundaria a nuestra vida real o auténtica y representa a ésta sólo una dimensión virtual o imaginaria. Se preguntará qué significa entonces la verdad de las ideas, de las teorías. Respondo: la verdad o falsedad de una idea es una cuestión de «política interior» dentro del mundo imaginario de nuestras ideas. Una idea es verdadera cuando corresponde a la idea que tenemos de la realidad. Pero nuestra idea de la realidad no es nuestra realidad. Ésta consiste en todo aquello con que de hecho contamos al vivir. Ahora bien, de la mayor parte de las cosas con que de hecho contamos no tenemos la menor idea, y si la tenemos —por un especial esfuerzo de reflexión sobre nosotros mismos— es indiferente porque no nos es realidad en cuanto idea, sino, al contrario, en la medida en que no nos es sólo idea, sino creencia infraintelectual.

La razón poética

Seguro que más de una vez has escuchado una canción, visto una película o leído un poema y has pensado: «¡Wow! Esto es súper profundo» o «Esto explica exactamente cómo me siento, aunque no sabía cómo ponerlo en palabras».

Pues bien, ¡acabas de experimentar la razón poética!

Este concepto, creado por filósofos como Gaston Bachelard y María Zambrano, se refiere a una forma de pensar que no se basa en fórmulas matemáticas o en la lógica fría de un científico, sino en la imaginación, la creatividad y la intuición. Es una manera de conocer el mundo a través de lo que sientes y de tu experiencia personal.

¿Cómo funciona esta «razón poética»?

Piensa en la razón científica como si fuera un mapa de Google Maps: es súper precisa, objetiva y te lleva del punto A al punto B de la forma más eficiente. Te dice qué es el agua (H₂O) y cómo se congela.

La razón poética, en cambio, es como explorar esa misma ciudad sin mapa, dejándote llevar por tu curiosidad. Quizás no llegues tan rápido, pero descubrirás callejones secretos, arte urbano increíble y rincones con un encanto especial que no salen en las guías.

El arte y la poesía usan esta razón poética para mostrarnos partes ocultas de la realidad y de nuestra propia mente que la lógica no puede alcanzar. Un poema no te va a explicar la fórmula química de la tristeza, pero puede hacerte entender la tristeza de una forma mucho más profunda y personal.

¿Enemigas o compañeras de equipo?

Ojo, la razón poética no está en guerra con la razón científica. No se trata de decir que una es mejor que la otra. ¡Al contrario! Son complementarias, como el yin y el yang del conocimiento.

  • La razón lógica es genial para analizar, medir y construir cosas de forma ordenada. Es lineal, como seguir los pasos de una receta.
  • La razón poética nos ayuda a romper con esa rigidez. Nos da una comprensión más rica, con más matices, del mundo y de nosotros mismos. Nos permite ver la imagen completa, con todos sus colores y emociones.

Texto. Filosofía y poesía

El filósofo quiere lo uno, porque lo quiere todo, hemos dicho. Y el poeta no quiere propiamente todo, porque teme que en este todo no esté en efecto cada una de las cosas y sus matices; el poeta quiere una, cada una de las cosas y sus matices; el poeta quiere una, cada una de las cosas sin restricción, sin abstracción ni renuncia alguna. Quiere un todo desde el cual se posea cada cosa, mas no entendiendo por cosa esa unidad hecha de sustracciones. La cosa del poeta no es jamás la cosa conceptual del pensamiento, sino la cosa complejísima y real, la cosa fantasmagórica y soñada, la inventada, la que hubo y la que no habrá jamás. Quiere la realidad, pero la realidad poética no es solo la que hay, la que es; sino la que no es; abarca el ser y el no ser en admirable justicia caritativa, pues todo, todo tiene derecho a ser hasta lo que no ha podido ser jamás.

Zambrano, María (1987). Filosofía y poesía. Fondo de Cultura Económica.

El saber común

¿Alguna vez te han dicho «no te bañes después de comer que se te corta la digestión» o «si tienes un mal día, sonríe y te sentirás mejor»? Eso, y muchas otras cosas que aprendes en casa, con tus amigos o simplemente por vivir en tu barrio, es el saber común.

También se le llama conocimiento popular, y es básicamente el conjunto de creencias, ideas y «verdades» que la mayoría de la gente en una cultura o grupo comparte. No lo aprendes en un libro de texto, sino a través de la experiencia del día a día, escuchando a los demás y observando lo que pasa a tu alrededor.

Saber Común vs. Saber Científico: ¿Cuál es la diferencia?

La gran diferencia está en las pruebas.

  • Saber Científico: Para que algo sea una verdad científica, necesita pasar por un montón de experimentos, pruebas y verificaciones. Por ejemplo, sabemos que la Tierra gira alrededor del Sol porque hay montañas de evidencia matemática y observaciones que lo demuestran.
  • Saber Común: Este tipo de saber se pasa de generación en generación («esto siempre se ha hecho así»). No necesita pruebas de laboratorio. Mucha gente lo acepta simplemente porque «todo el mundo lo dice».

A pesar de no tener ese respaldo científico, el saber común es súper útil y nos da herramientas prácticas para manejarnos en la vida cotidiana.

¿De qué va el saber común? ¡De todo!

Este conocimiento popular abarca casi cualquier tema que te puedas imaginar: remedios caseros para el resfriado, ideas sobre cómo funciona la amistad y el amor, creencias religiosas, normas de buena educación o incluso opiniones políticas que «todo el mundo» parece compartir.

El Lado B: Estereotipos y prejuicios

¡Ojo! El saber común tiene su lado oscuro. A menudo, se basa en estereotipos («todos los de [tal grupo] son…») y prejuicios que hemos heredado sin cuestionar. Nuestra educación, la familia, la religión o incluso la clase social influyen muchísimo en lo que consideramos «normal» o «verdad».

Entonces, ¿nos fiamos o no?

Aunque no siga las reglas estrictas de la ciencia, el saber común es importante. Nos ayuda a tomar decisiones rápidas en el día a día y, sobre todo, es una ventana para entender por qué otras personas piensan y actúan como lo hacen.

La clave está en el equilibrio. Lo ideal es usar lo mejor de los dos mundos: la sabiduría práctica del saber común y el rigor y las pruebas del conocimiento científico. Combinar ambos te dará una visión mucho más completa y crítica del mundo y de ti mismo.

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