Dice el panfleto que la reforma educativa ha hecho que (p 16)
(…) la cultura de los alumnos baje hasta niveles alarmantes, que la mala educación en la vida cotidiana de los centros suba hasta cotas vergonzosas, y que los profesores estén más hartos, deprimidos y desesperados que nunca.
Me gustaría que tres excelentes libros recién publicados contestaran a esta afirmación tan pesimista.
Respecto de la cultura de los alumnos:
¿Ha perdido la escuela el carácter repelente que presentaba en los siglos XIX y XX, cuando domaba los espíritus y los cuerpos para las duras realidades del rendimiento y de la servidumbre, teniendo a gala educar por deber, autoridad y austeridad, no por placer y por pasión? (Vaneigem, Aviso a escolares y estudiantes; citado en Onfray, Michel, Antimanual de filosofía, Madrid, Edaf, 2006, p 25)
Respecto de la mala educación:
Ya no es el resultado académico en una determinada asignatura lo que está en juego, sino la persona del estudiante en general. Algunos autores han llegado a decir que eso es lo que convierte las calificaciones en algo intrínsicamente inmoral. (p García Moriyón, Félix, Pregunto, dialogo, aprendo. Cómo hacer filosofía en el aula, Madrid, Ediciones de la Torre, 2006, p 205)
Respecto de los profesores:
El nuevo profesor ya no será el sabio que adoctrina desde el entarimado, sino la persona sensible que camina al lado de los alumnos. (Calvo, José Mª, Filosofar en la escuela, Barcelona,Paidós, 2006, p 27).
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Ramón nos deja las siguientes palabras en el apartado de comentarios que, por su importancia, contundencia y rigor lógico quiero compartir:
Sigo sin entender por qué causa los responsables de este panfleto siguen sin entender que la escuela no es un espacio aislado del mundo sino que, más bien, es la propia extensión de éste. Como consecuencia de nuestra realidad, podemos advertir en las escuelas mala educación, incultura o depresión de igual manera que ocurrirá en cualquier empresa, en cualquier despacho, en cualquier cola de supermercado, en cualquier semáforo, en cualquier lugar. Y, curiosamente, los actores de esos gestos son de lo más variado; de nuevo, nuestr@s alumn@s no gozan del pretendido monopolio de los malos hábitos, tal y como predica el panfleto. Ãste obvia los malos hábitos del resto de habitantes de los colegios, es más, ni siquiera los contempla: mónviles en claustros, retrasos en claustros y reuniones, absentismo en juntas de evaluación, comentarios personales despectivos, ausencia de informes, aplicación de la norma en función de la opinión personal, etcétera, son apenas algunas prácticas que tod@s hemos visto alguna vez por lo que cabría hablar de unos malos hábitos generalizados propios de la época y valores actuales, no exclusivos del alumnado de las escuelas. El caso, en mi opinión, es más profundo y culpar o demonizar a un sector de la escuela de todos sus males sencillamente es simplista.
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