Se podría pensar que La trilogía de Nueva York de Paul Auster está compuesta por tres historias engarzadas de detectives, pero en el fondo es un espejo de la biografía del propio autor: el protagonista fue marino, como el autor, vivió en Francia, como el autor, estudió en Columbia, como el autor, y escribía desde niño, como el autor. Habla tan bien del personaje, es decir, de sí mismo, que puede resultar pretencioso, pero Auster escribe tan brillantemente que se lo puede permitir sin riesgo de ser reprendido por los moralistas de la humildad.
Tres son las historias del libro: «Ciudad de cristal», «Fantasmas» y «La habitación cerrada». En la primera el protagonista se llama Quinn y es un escritor que acaba convertido en detective de su propia nada. En el segundo el protagonista se llama Azul y es un detective-escritor al que se le encarga vigilar a otro pero acaba espiándose a sí mismo. En el tercero el protagonista se llama Fanshawe y versa sobre alguien brillante que lo abandona todo para adentrarse en sí mismo. Quinn, Azul y Fanshawe son Auster.
El azar y la muerte impregnan el libro de Paul Auster provocando una sensación de vacío en el lector. Nunca viene mal recordar este vacío existencial para animarnos a dotar de sentido a todo esto. También la filosofía del lenguaje y la introspección en el proceso creativo constituyen el fondo de las actuaciones de los personajes. Con una voz en off constante, se podría llevar esta obra al cine.
No me extraña que le dieran el Premio Príncipe de Asturias:
(…) acuerda conceder el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2006 a Paul Auster por la renovación literaria que ha llevado a cabo al unir lo mejor de las tradiciones norteamericana y europea, innovar el relato cinematográfico e incorporar a la literatura algunas de sus aportaciones.
Con su exploración de nuevos ámbitos de la realidad, ha conseguido Auster atraer a jóvenes lectores, al dar un testimonio estéticamente muy valioso de los problemas individuales y colectivos de nuestro tiempo.
Oviedo, 31 de mayo de 2006
Les dejo con las perlas y el trailer de la última película que ha escrito y dirigido el gran Auster: La vida interior de Martin Frost.
Pero antes, ahí van algunas perlas:
Cada vez que daba un paseo se sentía como si se dejara a sí mismo atrás., y entregándose al movimiento de las calles, reduciéndose a un ojo que ve, lograba escapar a la obligación de pensar. (p 10).
Si la caída del hombre entrañaba también la caída del lenguaje, ¿no era lógico suponer que sería posible deshacer la caída, invertir sus efectos, deshaciendo la caída del lenguaje, esforzándose por recrear el lenguaje que se hablaba en el Edén? (p 55)
Un lenguaje que al fin dirá lo que tenemos que decir. Porque nuestras palabras ya no se corresponden con el mundo. (p 87).
La vida nos arrastra de muchas maneras que no podemos controlar y casi nada permanece con nosotros. Muere cuando nosotros morimos, y la muerte es algo que nos sucede todos los días. (p 215).
El gesto de Fanshawe me había abierto todo un mundo nuevo: el hecho de que alguien pudiera entrar en los sentimientos de otro y asumirlos tan completamente que los suyos propios ya no tuvieran importancia. Era el primer acto verdaderamente moral que yo había presenciado y me parecía que no valía la pena hablar de ninguna otra cosa. (p 229).
Las historias solo suceden a quienes son capaces de contarlas. (p 238).
Era el diminuto espacio entre el yo y el no yo, y por primera vez en mi vida vi esta nada como el centro exacto del mundo. (p 251).
La sensación de la vida se me había escapado gota a gota y en su lugar había una milagrosa euforia, un dulce veneno que corría por mi sangre, el innegable olor de la nada. (p 319).
Deja una respuesta