Quizá la bebida «oficial» de la República Checa sea la cerveza, pero la realidad demuestra que la mayoría de los checos beben mucha más agua mineral embotellada. Varios de mis alumnos la consumen en las clases (sin duda esto es mejor que las coca colas que tragan un buen número de jóvenes norteamericanos mientras atienden al profesor) y pasean con ellas en los recreos. En España, por lo general, se suele prohibir que el alumno beba en clase.
También es frecuente ver en los tranvías a personas con sus botellas de todos los tamaños y ¡hasta sabores!: fresa, limón, granada… Aunque el agua corriente es potable y no tiene mal sabor, la fiebre de la botella de agua mineral lleva varios años asentada en Chequia. Quizá sus extraordinarias fuentes naturales (junto a las de Eslovaquia) tengan que ver en esta sana (por contraste con la cerveza) costumbre; aunque surge un problema: es muy contaminante. El dilema ético que aparece, también en España y el resto del mundo «occidental» está claro: «¿es moral consumir masivamente agua embotellada?»
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