Imparto 19 horas de clase a la semana, más las guardias, las reuniones, etc. Se empieza a las 7 de la mañana y se termina a las 3. Hay un hueco de 30 minutos para comer a eso del medio día. Entre clase y clase hay diez minutos de descanso. Algunos alumnos vienen de lejos porque su familia prefiere que estudien en este instituto que, por ser bilingüe, se supone que cuenta con más prestigio; ¡los hay que se levantan a las 4:30 de la madrugada! Bien es cierto que nuestros alumnos, tras mis primeras impresiones, están mucho más preparados que los españoles, pero no nos engañemos: este centro se permite el lujo de seleccionar a los mejores porque hay exceso de solicitudes. Su nivel de español es realmente elevado, a diferencia de España, cuyos profesores y alumnos, salvo excepciones, no son capaces de seguir una conversación básica en otra lengua distinta a la materna.
Por las tardes no hay nada mejor para recuperarse del esfuerzo del trabajo que pasear por el bello centro de Brno, que puede deparar sorpresas como que un azaroso y surrealista «arte de la combinatoria» haya hecho coincidir en las alturas a Penélope con el recuerdo de la Primavera de Praga.
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