Dentro de tres semanas empiezan los encierros en honor a San Fermín pero el amable portero de la plaza de toros nos la enseñó, a pesar del excesivo trabajo por los preparativos de tan magno acontecimiento, en un gesto que agradecieron mis alumnos. Desde el albero fuimos privilegiados por poder observar el tercer ruedo más grande del planeta, tras los de la ciudad de México y Madrid, amén de los tendidos que contemplan silentes la historia cultural de España.
Tras verla nos dirigimos hacia los corralitos recorriendo en sentido inverso lo que dentro de unos días harán los mozos de la pañoleta roja y las camisetas blancas. Muchos de ellos borrachos, según nos comentó un experto corredor que se ofreció voluntario para enseñarnos la ciudad tras decirme que mis alumnas son muy guapas, y otros tantos inexpertos e incautos, presas fáciles de los astados y del cemento. Desde Estafeta hasta la cuesta de Santo Domingo los estudiantes disfrutaron del extraordinario ambiente que hierve desde hace varios días y que tendrá su punto de máxima cocción el seis de julio.
Tras explicarles la fachada del Ayuntamiento y la pasión de Hemingway por la fiesta nacional que describía desde el hotel de cinco estrellas y uno de los bares sitos -ambos- en la plaza de la Constitución, emprendimos la marcha hacia Jaca una vez subidos al autobús que dejamos aparcado junto a la fortaleza que no nos dio tiempo a ver.
Los chicos aprovecharon para hacer acopio de regalitos typical Spanish y de chorizo pamplonica. También asomaban por las bolsas de plástico abanicos y ropas de Zara. «¡Mucho más baratas que en Brno!» -me decían mis estudiantes.
Llegados a Jaca el guía tardó mucho en encontrar el albergue. Nos paseó en el autobús de un sitio a otro hasta que dió con el lugar que acogiera nuestro dormitar y correteos de pasillos. Descargadas las maletas nos fuimos rapidamente a ver la Ciudadela antes de que la cerraran. Con mucha suerte llegamos a la última visita guiada, uno de los momentos formidables del programa.
Al finalizar el recorrido la guía de la ciudadela se ofreció a responder a las preguntas, opción esta que supieron aprovechar mis estudiantes con cuestiones muy inteligentes. Al final dicha guía me felicitó por educar tan bien a mis chicos (-ellos son así-le respondí).
De allí nos desplazamos a la catedral románica y dimos tiempo libre a los jóvenes hasta las once. Una vez en el albergue y tumbado en mi litera siento cómo va desapareciendo el bullicio. Creo que me estoy durm
Fotografía de mi alumna Renata.
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