He pedido a mis alumnos que a lo largo del curso se dirijan a mí utilizando el «usted». Acostumbrados como están a tutear a los profesores hubo algunos que no entendían el porqué de mi petición. Argüían que no apear el tratamiento implicaba un menoscabo de la amistad. Tuve que explicarles que en la relación profesor-alumno debe imperar la cordialidad pero no el «colegueo», esto lo dejamos, con mucho gusto, para cuando termine el curso. La amistad puede dar lugar a malentendidos, rencores por las notas bajas, envidias de los menos próximos al docente, etc.; es por ello que la amistad pueda resultar peligrosa durante el curso. Sin embargo el uso del «usted» no es incompatible con el afecto, el cariño y el amor.
Me parece importante mantener cierta distancia, poner limites, dejar claro cuál es el rol de cada uno en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Ello no implica separación o ruptura, de hecho considero la clase como una comunidad de indagación en la que todos aprendemos; tampoco supone que yo me crea superior a mis estudiantes, ni mucho menos; el «usted» ayuda mucho a tomarse en serio el trabajo en el aula y a evitar posibles abusos en el trato que podrían resultar perjudiciales.
No les voy a pedir que se levanten cuando yo entre en clase, como hacían mis alumnos en la República Checa o en Irán, ni les pediré que me llamen Sr. Robles como hacían en Estados Unidos, ni que hagan suaves reverencias como hacían en China, pero exigirles el «usted» me parece una petición legítima, apropiada, útil y beneficiosa para todos.
Una simple palabra, muy bella por cierto, que nuestra lengua española no debería perder. ¡No dejemos que los jóvenes se olviden de conjugarlo!
ACTUALIZACIÓN
La mayoría de los alumnos evita usar conmigo la segunda persona del singular. Ni «tú» ni «usted».
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