En las clases de Educación Ético-Cívica no tiene sentido memorizar definiciones ni listados. Lo mejor es plantearla con ejercicios de carácter empático para que los estudiantes mismos se planteen y reflexionen sobre temas delicados, por ejemplo, qué es el bien o el mal, la justicia o la injusticia, la verdad o la mentira, intentando no caer en el maniqueísmo. El reto para el profesor estriba en que al final del curso los jóvenes sepan hacer ejercicios de autocrítica moral e interioricen la regla de oro kantiana: «no hagas a los demás lo que no quieras para ti» y que tomen conciencia de que son manipulados en algunos momentos de su vida.
Desde esta perspectiva, por ejemplo, les he mostrado el siguiente vídeo sobre los «piratas» somalíes. Tras verlo han comprendido que quizá sean víctimas de cierta manipulación por parte de los media españoles y se plantean, aunque no todos lo compartan, que quizá «los malos» seamos nosotros. Al menos dialogamos sobre ello en apasionados debates, algo fundamental en nuestra clase.
Igualmente, hace unas semanas les mostré el vídeo de la agresión de carácter ideológico en el metro, tras lo cual hemos analizado detenidamente la sentencia del juez en la que aparece un importante vocabulario ético que ha interesado a mis alumnos. En los debates que surgieron a partir del análisis de dicha sentencia predominaron el entusiasmo y la pasión.
Creo que es así como se aprende Ética, así como invitando a nuestra clase a sabios y a personas que han vivido en primera persona problemas de carácter ético e incentivando la comunidad de investigación en el aula. En cualquier caso estimo que el libro de texto poco aporta a esta importante asignatura, más bien la degrada.
Deja una respuesta