El hecho de que la Consejería de Educación de Castilla-La Mancha esté plagada de advenedizos que han arrasado con gran parte del sistema educativo manchego no significa que, de vez en cuando, no puedan proponer medidas acertadas. Sin embargo, como ya nos enseñó el cuento del pastorcillo mentiroso, a los sindicatos y al profesorado en general les cuesta discriminar entre sus propuestas positivas y las abyectas. De este modo se han activado todas las alarmas ante la iniciativa de la Consejería llamada «Formación en el aula«.
Dicho programa consiste en dar la oportunidad a los recién graduados de aprender directamente con un docente en el aula a lo largo de diez semanas. Considero que es una buena idea pero muchos sospechan que no es más que una estratagema maquiavélica para dejar de contratar a nuevos profesores a cambio de explotar, sin remuneración alguna, a los aprendices. No estoy de acuerdo con estas críticas porque creo que es un buen camino para enseñar de forma efectiva el difícil oficio de educar, siendo un excelente complemento para unos estudios de grado que no preparan para enseñar y de unos carísimos másters online cuya efectividad está aún por demostrar.
Creo que es infundado el temor de algunos sindicatos: No tiene por qué incrementarse el horario de los profesores-tutores de los licenciados; ningún director impondrá a nadie ser tutor; ni los grados ni los másters dan la oportunidad de adquirir experiencia en las aulas; tampoco es un trabajo sino un aprendizaje por lo que no debe ser remunerado, y si se usara a los recién graduados como profesores sustitutos no remunerados sería un grave delito que habría que denunciar ante la inspección; también exageran al tildar el programa como «trabajo esclavo encubierto», etc. Estos argumentos no benefician a la credibilidad sindical porque la gente no es tan crédula como algunos parecen considerar.
Además, dado que este programa es voluntario y no remunera a los profesores-tutores (más allá de su salario normal como profesor de secundaria) atraerá a aquellos verdaderamente vocacionales, quienes, a pesar de todos los ataques que están recibiendo, siguen pensando que los estudiantes no tienen que pagar los dislates de un gobierno autonómico enajenado. Está claro que si este programa lo hubiera propuesto el Partido Socialista no habría despertado tantas reticencias, pero al hacerlo el Partido Popular todo el mundo se les ha echado encima, excepto los palmeros del PP, o los que aún gozan de sentido común, o los que no se dejan llevar por las ideologías.
«Formación en el aula» no es una ocurrencia más, sino un programa que bien aplicado puede ayudar a mejorar el maltrecho sistema educativo castellano-manchego. En cualquier caso, entre la catadura moral de los que medran en la Consejería de Educación y las buenas intenciones, quizá algo ingenuas u obsesivas de los sindicatos educativos, me quedo, sin dudas, con estos últimos. El futuro nos dirá.
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