
Cuando uno dona sangre en Estados Unidos le recompensan con, por ejemplo, entradas para el cine valoradas en unos 25 dólares. Este tipo de promociones resultan chocantes en España, donde asociamos la donación con el regalo, con la solidaridad y con el compromiso social. Es como dar una limosna y pedir a cambio una contraprestación, con lo que la palabra limosna perdería el significado acostumbrado. Sin embargo en Estados Unidos el compromiso social viene determinado por la compra-venta: cuantos más intercambios financieros haya, surgirán más redes entrelazadas por la solidaridad cimentadas por algo mucho más consistente y objetivo que la vacua, indefinida y subjetiva generosidad: el dinero. Por tanto, entiendo que en estas tierras gastar constantemente es un acto de solidaridad porque es el motor de la creación de empleo; de hecho aquí venden los coches sin haber terminado de amortizar el préstamo correspondiente y se paga hasta por pasear por buena parte de los parques públicos; de este modo los jardineros se esfuerzan por que su parque sea el mejor puesto que cuantos más paseantes haya mayores serán sus probabilidades de mantener su empleo.
De este modo, si uno dona podrá desgravarse la donación en los impuestos; si uno se ofrece voluntario en un puesto de trabajo, tendrá más posibilidades de obtener un empleo remunerado en el futuro; si un estudiante ayuda en actividades escolares, recibirá créditos extra y cartas de recomendación para la universidad.
Y no lo olviden: si alguien le dibuja una sonrisa magnífica y le dedica un aterciopelado «good morning» probablemente le esté pidiendo una propina.
Deja una respuesta