Seguro de hielo

A los profesores nuevos de los institutos de Estados Unidos les hacen un test de drogas antes de firmar el contrato. No es una mala medida dado que podrían colarse docentes que aparentemente son normales pero que presentan serios problemas de adicción que son incompatibles con permanecer en el aula con estudiantes jóvenes. Haberlos haylos aunque son una excepción.

Estaba esperando en el centro clínico a que me hicieran dicha prueba cuando pasó quejumbroso el señor de la fotografía. Sin preguntarle siquiera por su dolencia le entregaron cuatro formularios a rellenar, le pidieron innumerable documentación sobre su seguro médico y después, tras quince minutos completando los tediosos papeles entre suspiros y previsibles muecas de dolor, le dieron una bolsita de hielo.

Cuando terminé mi prueba él seguía sentado en la sala de espera, con la bolsa de hielo y la cara dibujada de satisfacción por ser consciente de contar con un seguro médico que, aunque no le cubra enfermedades importantes, le aliviará los dolores menores mientras siga manteniendo su contrato de trabajo temporal.

La medicina aquí es un buen negocio.

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