En mi camino al instituto en bicicleta, casi de madrugada, me encuentro por las calles con trabajadores que vuelven a sus casas o van a sus trabajos, aquéllos abatidos por la larga noche de servicio y éstos somnolientos, cabizbajos y resignados a la jornada laboral que se les echa encima. Casi todos portan un vaso grande de papel, en el que se supone que hay café. En los vasos aparecen los logotipos de los restaurantes de comida rápida que se reinventan por las mañanas para repartir cafeína a los que vuelven y a los que van. Todos son de piel oscura, no veo a ningún WASP. Los WASP no van en bicicleta ni esperan al autobús. Los WASP duermen o toman un relajado café en el jardín de su casa hasta que sea la hora de coger el coche. Los WASP son los jefes de los que vienen, de los que van y de los que beben litros de cafeína por las calles en vasos de papel.
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