El otro día encontré a una alumna llorando amargamente en el pasillo, sentada en el suelo mientras recibía el consuelo de dos compañeros. Le pedí que diéramos un paseo para hablar y me explicó que su novio estaba muy enfadado con ella porque le habían dicho las malas lenguas que se veía con otro chico.
Es esta una cuestión recurrente con la que los profesores nos solemos encontrar cada curso. Es habitual que el docente se desentienda de estos asuntos porque cree que no le pagan para semejantes menesteres, pero el compromiso con los estudiantes debería ir más allá de cuestiones estrictamente académicas porque trabajamos con personas y no con robots. Un consejo, aun a riesgo de equivocarnos, es más educativo y más humano que el silencio, la indiferencia o un gélido «ya se te pasará».
Mi respuesta fue firme: «si el chico no confía en tu palabra ¡déjale inmediatamente! ¡No te quiere!».
Creo que la alumna se fue más tranquila. Al menos dejó de llorar.
ACTUALIZACIÓN, 13 de noviembre de 2015
Hoy se me acercó la alumna muy contenta en el patio de recreo y me enseñó una fotografía en la que aparecía feliz con su pareja. «Le expliqué exactamente lo que usted me dijo, Mr Robles, gracias».
Deja una respuesta