Cuando un docente encuentra escrito en la mesa, en la pared o ¡en mismo libro de texto! un ataque homófobo como el que titula esta entrada (eres un puto maricón), no hay que recurrir al acostumbrado «A ver: ¿quién ha sido? ¡Todos castigados hasta que salga el culpable!». Lo mejor es explicar el concepto freudiano de proyección, así que después de que un alumno me mostrara el libro con semejante afrenta expliqué lo siguiente a los cuarenta estudiantes:
El que ha escrito esta barbaridad no trata de ofender a nadie, simplemente está poniendo en práctica un mecanismo de defensa llamado «proyección». Esta estrategia consiste en ver en los demás los defectos de uno mismo; no porque sean defectos, sino porque uno considera que lo son porque así se lo ha inculcado su familia y entorno social. De este modo, el autor de la grosería homófoba más que insultar lo que está haciendo es pedir ayuda porque es muy probable que él mismo sea homosexual y que no acepte su orientación sexual: no es que odie al compañero, es que se odia a sí mismo.
Tras estas palabras se hizo el silencio.
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